─Bueno, Lu, ¿por qué nunca me has hecho a mí una de tus famosas entrevistas?
─A ver, Machi, dudo mucho que algún día escriba una publicación o un libro en el que aparezcas tú. Además, nos conocemos de sobra. Podría escribirla sin hablar contigo, si quiera.
─Eso es más que probable. Ya lo sé. Pero mira, tenemos un tiempo hasta la librería de Koreander, y me vendría bien que me distrajeras mientras conduzco.
─¿Una noche muy larga?
─No comment.
─Está bien, está bien. Pues ya sabes cómo va esto.
─Pero lo vas a grabar ¿o no?
─Sí, sí, ya me he puesto a grabar. Si que te lo quieres tomar en serio. Vamos a ver. Empieza por tu nombre, edad y profesión.
─Mario Casanova, legendario Mario Casanova. A la edad de X maravillosos años, digamos que me dedico a la vida contemplativa.
─Vamos a decir que eres empresario. Que por eso te puedes dedicar a la vida contemplativa, ¿no te parece?
─Sí. Por qué no.
─Venga, seguimos con… ¡ah, sí! ¿Con que animal mitológico te identificarías?
─Eso es muy fácil. Claro. Apasionado como soy de los caballos, indómito pero leal, animal fuerte y enérgico, con una melena al viento a la que no tengo nada que envidiar.
─He dicho mitológico, petardo.
─A eso iba ahora. Dada mi capacidad de conquista y seducción, obviamente, sería un Unicornio.
─¿Qué tendrá que ver?
─Lu, hombre, fíjate en lo que le sale de la cabeza. Que parece un…
─¡Ya! No sigas. Mira que puedes llegar a ser soez.
─Ja, ja, ja. Solo era para hacerte rabiar un poco. En realidad, sería Pegaso. Sumaríamos a lo que es un caballo para mí el hecho de que pueda volar y eso le haga libre e independiente.
─Eso ya me parece más apropiado. Aceptado. Ahora habría que pensar en un personaje histórico con el que te sientas más identificado. Aunque en tu caso, todos sabemos cuál es.
─La verdad es que soy un libro abierto.
─Casanova, el seductor de Venecia. Pasemos a la siguiente pregunta.
─Ding, Ding, Ding. Diana.
─Menciona una interpretación cultural que digas que te haya marcado o fascinado.
─¿Lo cualo?
─Mira que eres payaso. Un libro, una canción, un concierto, una película, un…
─¡Ah!, coño, Lu, para ser escritor es que eres muy enrevesado. Sería la memorable actuación de Queen en el Live Aid de 1985. Por dios, qué entrega, qué pasión, Freddy lo sacó de lo más profundo de sí y lo entregó todo.
─¡Oh!
─¿Qué? ¿Te he dejado pasmado? Supéralo, que Machi tiene capas y profundidad, cuando quiere.
─Cuando quieres. Claro. ¿Cómo sería tu última cena?
─Madre mía, creo que hay cientos de películas en las que se representa cómo me gustaría que fuera mi última cena. Incluso algunas de ellas las pueden ver mayores de edad.
─No quiero detalles. A veces me agotas.
─Ja, ja, ja. Siguiente pregunta.
─¿Un lugar donde te gustaría perderte?
─¿Puede ser en mi última cena? ¡Oh, sí!
─Paso. Siguiente pregunta. Una época en la que te gustaría haber vivido.
─Fácil. Volvemos a la segunda pregunta. Volvería a mi anterior reencarnación en el siglo dieciocho en Venecia.
─¿Te lo crees tanto que te consideras su reencarnación? Me matas, tío.
─Sé espiritual, Lu. Te vendrá bien. Y más en la historia que andas metido, que te lo está reclamando. Be water, my friend.
─Venga, vamos a acabar con esta tortura y dime cómo te ves en el futuro.
─¿Futuro? ¿De verdad? Pues no me lo pregunto. Vivo el presente, y soy feliz así. Sinceramente.
─¿Feliz? ¡Ah! Espera. Que me he saltado una pregunta. Si te concedieran un deseo y pudieras cambiar un hecho del pasado, de cualquier persona y de cualquier lugar, ¿cuál sería?
─Creo que ya estamos cerca. Podemos dejar de jugar.
─¿Machi? No te molestes. ¿No quieres contestar? Eres tú el que me lo habías pedido.
─No estoy molesto. Llegamos ya. Y ya sabes la respuesta. Por eso no te la digo. Porque no la puedo decir en alto.
─Claro. Lo entiendo. Perdona, Machi. Debería haberlo supuesto. Pero aparca con cuidado, por favor. Ya que no he vomitado mientras conducías, estoy a un paso de salir vivo de tu coche.